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Cuando todo está en silencio

Cierra los ojos por un momento.

Levanta la cabeza y respira hondo, exhala despacio, vacía tu mente de pensamientos.

Ahora sí, lee.

Imagina un espacio inmenso hacia todos lados, no puedes ver donde termina ni dónde empieza, sabes que hay un techo, pero está tan alto que te hace sentir pequeño.

Una pincelada se dibuja en el aire, rápida y sutilmente, como un manchón que no fue intencional. El universo se sobresalta con un suspiro por esta caricia inesperada, una sorpresa placentera.

Bajo su propio peso comienza a deslizarse muy muy lentamente.

Conforme gana inclinación aumenta ligeramente la velocidad a la que cae, resbalando como una lágrima de nostalgia.

Colocas tu palma debajo, esperando a que caiga y atraparla al vuelo. La espera dura solo segundos, pero se siente como días completos.

Al fin se desprende, tú intentas atraparla pero atraviesa tu mano como una ilusión. En cámara lenta ves como se convierte en un pez y se sumerge delicadamente en el suelo.

El universo suspira otra vez al sentir ese beso en su piel.

Tú te dejas caer también, sin miedo, con los ojos abiertos, sientes el tiro de la gravedad como si cabellos atados a tu cuerpo te halaran y tú solamente cedes.

El techo se aleja un poco más. Se ve más inmenso.

Al caer sientes un abrazo alrededor de tu cuerpo, como alguien que llevara años esperando a poder sentirte, poder abrazarte de nuevo.

Quieto, todo quieto.

Tu respiración se ha hecho más pausada, más conciente, al inhalar tu cuerpo se siente etéreo, ligero, como si solo tuviera el peso de tu espíritu.

Te ves desde arriba, tan pequeño, pero tan evidente, como una pincelada que se dibuja en el aire, rápida y sutilmente, como un manchón que no fue intencional.

El universo se sobresalta con un suspiro por esta caricia inesperada, una sorpresa placentera.